En su último trabajo, séptimo de su discografía, continúan fieles a la independencia tras una primera etapa en la que formaron parte del catálogo de la ya desaparecida Virgin. Aguirre hace memoria. “Hicimos cuatro discos con ellos y luego desapareció. En 2007 montamos nuestro sello y desde entonces funcionamos por nuestra cuenta”. En cualquier caso, su pertenencia a la independencia no es algo que les quite el sueño. “Al fin y al cabo, es solo música”, sentencia.
Su manera de componer es la misma que cuando comenzaron, algo que Juan defiende con firmeza. “La base para escribir canciones es la observación y cierta búsqueda del desequilibrio”, afirma Aguirre, mientras Eva Amaral rebaja la profundidad de la frase con simpatía cómplice: “Es que Juan es muy filosófico”. “Nuestro secreto, si es que lo hubiera, es mantener vivo el primer sentimiento desde el principio de la canción hasta el final”, continúa explicando él. “No queremos ser rebuscados. Hablamos de cosas que todo el mundo entiende. Nuestra intención es hacer música popular y que la gente pueda sentir con ella lo mismo que nosotros hemos sentido con otras bandas”, remata.
Aunque en el texto promocional escrito por el periodista Ignacio Julià se apunta a una actitud rebelde y reflexiva ante el actual contexto social como referente primordial de la temática del disco, en realidad todo parece girar en torno a los temas de siempre: el amor y sus consecuencias. Para algunos, su compromiso con la realidad social arrancó con la canción Ratonera, un sencillo lanzado el año pasado y en cuyo videoclip aparecían caricaturas de distintos políticos españoles heridos y apaleados. Por si alguien lo tomó como una provocación, la cantante lo explica: “Esa canción da una visión del mundo que no es nueva. Ya hablamos de cosas parecidas en canciones anteriores como Rosita o Revolución”.
Al apagar la grabadora la charla se relaja. La conversación posterior depara momentos interesantes: sobre el acceso de menores a los espectáculos de música en directo, Juan opina: “No tiene sentido que los niños no puedan entrar a un concierto. Todavía recuerdo cuando tenía 12 años e iba en bicicleta adonde hiciera falta para ver tocar una batería”. De aquellos polvos, estos lodos.
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