5 de febrero de 2016

Así es y así te presentamos lo nuevo de Carlos Rivera ' Yo creo'



Por FERNANDO J. LUMBRERAS.

Si hay un músico que me gusta por cuanto destila humildad, afán por el trabajo bien hecho y que, a simple vista, no parece estar contaminado por la aureola del estrellato que obnubila a tantos otros, ese es Carlos Rivera. Hace un casi tres años tuvimos ocasión de charlar sobre su anterior trabajo, El Hubiera no existe, y ya entonces me pareció un tipo que, pese a haber compartido escenario y composición con los grandes, sabía tener los pies en el suelo. Con Yo creo (Sony), su último trabajo, no sólo me lo confirma, sino que realiza un absoluto ejercicio de desahogo musical que casi podría decirse que dignifica el género melódico en sí mismo.

Carlos es actor y en este último disco a mi juicio interpreta muchas veces y muy diversos roles. Esquivo constante de airear su vida privada, prefiere escribir tal vez las historias de otros, poner en sus propios labios los sentimientos que sus oyentes cómplices alguna vez idearon para las bandas sonoras de sus vidas. En esta ocasión acierta de lleno.

El tono baladístico que engrandece las cualidades vocales de Carlos está presente en toda la producción pero puestos a ir más allá es que hay baladas realmente magníficas, como Que lo nuestro se quede nuestro, Cómo pagarte o Cambiar de opinión, la canción que abre el disco.

Yo creo se va desarrollando entre sentimientos, es un disco construido como sólo los grandes arreglistas mexicanos saben hacer, con una buena dosis de romanticismo que conforma gran parte de la iconografía musical latina, pero también nos descubre registros vocales que suponen redescubrir a un artista que a veces puede sonar algo plano en cuanto a determinada canción que no consigue ponerle a prueba lo suficiente. Aquí aplaudo que haya querido arriesgarse, darle a su voz nuevos toques para beneplácito de sus queridísimas riveristas.

En general, la línea de arreglos de Yo creo me parece más que correcta, se encuentra dentro de lo que Carlos nos tiene acostumbrado, de hecho diría que aquí no es donde está lo mejor del disco. Lo mejor está en el hecho de que el artista ha construido el disco que quería y que todo el proceso lo ha ido preparando sin prisa, asumiendo una muy amplia parte de la autoría de las canciones pero, al mismo tiempo, dejándose acompañar por músicos que no necesitan presentación, como Pablo López, Leonel García, Carlos Baute o Armando Manzanero. Esa mezcla de veteranía, humildad y casi ese toque de sutil divismo que suelen tener los cantantes mexicanos aderezan un trabajo que va a ser importante, tal vez el más importante de su carrera, porque es un disco de madurez, rebosante de convicción (el propio título ya no está mostrando este elemento).

Ideal para aquellos que quieran reencontrarse con la balada en su estado puro pero que deseen pinceladas de influencias cercanas a Luis Miguel, Franco de Vita o José Luis Perales.

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