29 de noviembre de 2016

Cecilia sigue viva en un compilado espectacular


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FERNANDO J. LUMBRERAS.

Hablar de Cecilia significa hacerlo seguramente de la voz femenina que entonó el himno más popular de la transición española, seguramente a su pesar, porque aunque era una niña de clase bien, su mundo era la poesía reivindicativa, los mensajes que trascendían con metáforas de lo políticamente correcto y cierta pátina de inconformismo. Y mirando nuestra historia a través de esas canciones maravillosas que nos dejó, seguramente ella, de algún modo, fue consciente de su importancia.

Sin duda ninguna, hoy, Evangelina Sobredo sería una artista internacional al más puro estilo de los muchos nombres que la música española ha dejado ver a lo largo de los últimos 35 años. Hoy sería una sexagenaria con una carrera musical aún más idolatrada, seguiría siendo versionada por los grandes y, desde luego no se habría convertido en una voz anclada a esa época de nuestra historia llena de tantos claroscuros como de esfuerzos por contarlo todo.

Esta tarde he tenido la oportunidad de acercarme a su música desde un punto de vista único, en un escenario inigualable y junto a un anfitrión de primerísimo nivel. La cita era a las 19:00 en el madrileño Museo Cerralbo y en la puerta misma de este edificio emblemático del centro de Madrid se encontraba José Ramón Pardo, para mí una de las personas en este país que más saben de la música en mi idioma y, desde luego, uno de mis ídolos del periodismo musical.

Sentado junto a él estaba Teresa, la hermana de Cecilia, una de las herederas de las canciones de Evangelina pero más allá del valiosísimo testimonio de su familia, lo que todos queríamos era reencontrarnos con la música de la malograda cantante y ésta llegó en fragmentos pequeños: primero con la proyección de Dama Dama en el mismo lugar en que filmó aquel "videoclip" que Televisión Española le hizo en uno de sus especiales musicales (cuando había verdadera programación musical en la televisión).

El otro tesoro que nos regaló la tarde fue escuchar a Cecilia con la primera maqueta de Un ramito de violetas, para mí su canción más completa. Guitarra en mano, la madrileña iba perfilando poco a poco su gran obra maestra estilizando letra e inspirándose verso a verso.

La obra de Cecilia es inmortal cuatro décadas después de que nos dejara en una carretera de la provincia de Zamora. Me quedo con las bonitas palabras que le dedicó otro de los grandes de nuestra música, Luis G. Escolar: "Si su cuerpo se hizo tierra de repente, su música se ha hecho aire para siempre".

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