Cuando anda metido en canción y se encuentra como un rey en la Guadalajara de sus cantinas, sus perdiciones, su familia y sus amores, a Fher Olvera le gusta contar anécdotas jugosas bien coreadas por sus otros tres compañeros de Maná… Fuera del estudio donde habitualmente trabajan y han concebido parte de su nuevo disco, Cama incendiada, les da por recordar la siguiente historia. Los protagonistas: el grupo mexicano y Bono (U2). Escenario: la macrojuerga crossover que se montó en 2007 en Módena (Italia) para homenajear a uno de los tenores más descomunales del siglo XX y que se dio en llamar Pavarotti and friends. Ahí va.
No hablan del único gran divo del pop que les admira de corazón. Es el caso también de Coldplay, cuyos miembros han asegurado alguna vez envidiar la soberbia energía de su directo, o más a mano, entre los latinos, auténticas leyendas como Carlos Santana, Rubén Blades, Juan Luis Guerra, Miguel Bosé o, ahora, Shakira, emocionada por el ofrecimiento que le hicieron de grabar Eres mi verdad para Cama incendiada. Se trata de un trabajo que concibieron entre Puerto Vallarta y Guadalajara, donde nos reciben en su estudio de grabación antes de invitarnos a conocer otros tugurios de cuyo nombre no nos acordamos.
La fascinación que levanta Maná entre colegas de campos, estilos, mundos distintos pero aglutinados en torno a ese espacio común del rock y el pop queda fuera de toda duda. Las cifras cantan. Se trata de la banda de rock hispana que sustenta el récord de venta de entradas: 12 millones. Por no hablar de sus 40 millones de álbumes vendidos en más de 40 países entre los nueve títulos de su discografía…
Pero también su generosidad, su magnánima e inquieta mano tendida hacia lo que consideran el mero goce de la música los convierten en una banda carismática con la que quieres sí o sí, seas mito o principiante, colaborar al menos una vez en la vida.
Lo que ya extraña más son otro tipo de pretendientes. Aquellos que aportan al grupo de Guadalajara, con sus casi 30 años a cuestas –una longevidad que va camino de convertirles en los Rolling Stones latinos–, otra dimensión. El flirteo de políticos dispuestos a hacerse la foto con ellos, caso de Barack Obama en su última campaña presidencial, fue la prueba evidente de que la influencia de Maná viaja mucho más allá de la música.
No se trata de una banda amiga de empujar ni apoyar explícitamente a ningún partido o a cualquier líder en alza. Tienen sus preferencias personales y no les importa levantar la voz en pro de lo que conjuntamente creen. Pero no a cualquier precio. Otros lo han intentado y han salido con un: “No, gracias”, en la pechera. Como le ocurrió en vida a Hugo Chávez, que les ofreció su millón de dólares sobre la mesa para actuar en una fiesta privada. Imposible.
Sin embargo, aquella implicación cargada de intenciones como apuesta por Obama los ha convertido en un auténtico poder dentro de su ancho, creciente, pujante y casi inabarcable mundo de identidad hispana a nivel global. En un puro poder latino.
Si se decidieron aquella vez por el presidente que ha hecho historia, la razón estribó en la confianza que les inspiraba el líder demócrata para dar un empujón al problema de la inmigración latina en Estados Unidos. Les unía en la causa el nexo de una esfera social similar: el determinante voto de los llegados del sur, que representan el mayor número de seguidores de Maná más allá de la frontera que parte en dos los sueños por los alrededores de Tijuana.
Con la aquiescencia de sus cuates, Álex González (batería), Sergio Vallín (guitarras) y Juan Calleros (bajo), Fher Olvera lo explica: “Seguimos comprometidos en el ámbito social, con nuestras ideas sobre cómo contribuir a la mejora de las cosas, bien con el medio ambiente, bien en ciertos temas políticos. El compromiso más alto que teníamos era, en ese caso, con aquella gente: los emigrantes”. Aunque no se han librado de juicios adversos: “Nos han criticado por eso, por ir con Obama. Nos decían que por qué no nos plantábamos en México ante el presidente Peña Nieto y le soltábamos todas sus cosas. Pero apoyar a Obama era tomar partido por sus políticas generales y, sobre todo, por la inmigración. Poder hablar con el presidente de Estados Unidos resultaba una oportunidad y un privilegio en beneficio de ese colectivo a través de nosotros”.
Fue algo que impusieron para dejarse hacer la foto a su lado. Cuando les contactaron, propusieron un sencillo posado junto al candidato en Las Vegas allá por octubre de 2012. Pero ellos pidieron tiempo para hablar cara a cara con él y plantearle su condición: la regularización migratoria, asunto que cumplió. “Sin eso, no había trato. Tardó. Más adelante, tuvimos otro encuentro en la Casa Blanca e insistimos. Comprobamos que no había roto la promesa. Finalmente, lo hizo”.
Álex lo comenta un tanto asombrado: “Hacemos las cosas naturalmente, no las reflexionamos mucho”. Aunque el regio baterista –uno de los mejores en activo a escala mundial–, dedicado padre de familia, médium del rock duro y fundador junto a Fher de la banda, se muestra escéptico. “Si los Beatles, con todo su poder, no lograron arreglar el mundo ni encauzar mil pedos, una banda de Guadalajara, tampoco. Podemos concienciar. Hoy en día, con esta cosa a mano tan sencilla como un teléfono, con la que nos es fácil denunciar, filmar y comunicar al instante, no hay barreras. Seguimos nuestro feeling, sencillamente…”.
¿Y de México? ¿Qué nos cuentan? Iguala, por ejemplo. “Ahí el problema se ha politizado mucho. Cuando Peña Nieto dijo, queriendo minimizar, bueno, ya superemos eso, me indigné: ¡Tú no le puedes decir eso a un papá, no mames! ¿Dónde chingao está mi hijo? Mira, se me pone la carne chinita. ¿Qué falta de sensibilidad es esa?”, se pregunta Olvera. “Yo estaba muy indignado por estos chavos”.
Otro político al que sí han querido apoyar sin fisuras y a quien Olvera conoce a fondo es José Mujica, antiguo presidente de Uruguay. “Yo tenía mucha ilusión de encontrarme con él, un tipo sabio, congruente. Platicamos mucho. Cuando estuve con él, le pregunté: ‘Don Pepe, ¿y qué hiciste ocho años en el pozo ese donde te metieron en la cárcel?’. Él me contestó: ‘Siete, siete…’. Bueno, guey, da lo mismo”.
Año más, año menos, Mujica se lo relató sin problemas. Como hablaron abiertamente de la legalización de la marihuana: “Los Gobiernos no pueden ser tan paternalistas. Yo le pregunté: ‘Don Pepe, ¿lo ha probado?’. Y me dijo: ‘No’. Luego me invitó a que yo le contara, con conocimiento de causa: ‘Mire’, le solté, ‘yo he tomado alcohol y me gusta, pero cada vez me patea más, es terrible. En cambio, me puedo echar un toque de marihuana y me levanto a las siete de la mañana a darle a mi bicicleta estática, sin ningún pedo. No lo digo por irresponsable. La cruda que te da el alcohol es un aviso. Es más benigna, no es violenta, ayuda a curar enfermedades. Pero que los chavos no crean que la marihuana es la gloria, porque veo amigos que se quedan enganchados y se lo toman como el café. Yo me puedo fumar un churro y estar luego meses sin probarlo”.
El mundo arde en licitaciones, restricciones, conflictos en ebullición o aplazados, entre los que estos músicos andan al tanto o directamente implicados. Lo mismo que abrasan sus ganas de aparecer en España tras la gira que han realizado en EE UU, con llenos hasta la bandera en 15 conciertos. Empezarán el 21 de agosto en Tenerife y terminarán el 9 de septiembre por Bilbao. En medio visitarán A Coruña, Benidorm, Málaga, Madrid y Barcelona.
¿Y de México? ¿Qué nos cuentan? Iguala, por ejemplo. “Ahí el problema se ha politizado mucho. Cuando Peña Nieto dijo, queriendo minimizar, bueno, ya superemos eso, me indigné: ¡Tú no le puedes decir eso a un papá, no mames! ¿Dónde chingao está mi hijo? Mira, se me pone la carne chinita. ¿Qué falta de sensibilidad es esa?”, se pregunta Olvera. “Yo estaba muy indignado por estos chavos”.
Otro político al que sí han querido apoyar sin fisuras y a quien Olvera conoce a fondo es José Mujica, antiguo presidente de Uruguay. “Yo tenía mucha ilusión de encontrarme con él, un tipo sabio, congruente. Platicamos mucho. Cuando estuve con él, le pregunté: ‘Don Pepe, ¿y qué hiciste ocho años en el pozo ese donde te metieron en la cárcel?’. Él me contestó: ‘Siete, siete…’. Bueno, guey, da lo mismo”.
Año más, año menos, Mujica se lo relató sin problemas. Como hablaron abiertamente de la legalización de la marihuana: “Los Gobiernos no pueden ser tan paternalistas. Yo le pregunté: ‘Don Pepe, ¿lo ha probado?’. Y me dijo: ‘No’. Luego me invitó a que yo le contara, con conocimiento de causa: ‘Mire’, le solté, ‘yo he tomado alcohol y me gusta, pero cada vez me patea más, es terrible. En cambio, me puedo echar un toque de marihuana y me levanto a las siete de la mañana a darle a mi bicicleta estática, sin ningún pedo. No lo digo por irresponsable. La cruda que te da el alcohol es un aviso. Es más benigna, no es violenta, ayuda a curar enfermedades. Pero que los chavos no crean que la marihuana es la gloria, porque veo amigos que se quedan enganchados y se lo toman como el café. Yo me puedo fumar un churro y estar luego meses sin probarlo”.
El mundo arde en licitaciones, restricciones, conflictos en ebullición o aplazados, entre los que estos músicos andan al tanto o directamente implicados. Lo mismo que abrasan sus ganas de aparecer en España tras la gira que han realizado en EE UU, con llenos hasta la bandera en 15 conciertos. Empezarán el 21 de agosto en Tenerife y terminarán el 9 de septiembre por Bilbao. En medio visitarán A Coruña, Benidorm, Málaga, Madrid y Barcelona.
Lo hacen con un disco caliente, sabroso, en el que han vuelto a su esfera esencialmente rítmica, deseosos de apartarse de cierta zona oscura cuyo resultado fue Drama y luz, su anterior trabajo. Cama incendiada ha resultado un artilugio que invita de nuevo al mestizaje de calipsos, regués, ritmos funk y potentes directrices de rock duro con la puerta abierta a lo esencialmente mexicano. Si antes sus raíces venían del aire que les proporcionaban José Alfredo Jiménez o Chavela Vargas, entre otros tantos, ahora llega con el vendaval reivindicativo que para ellos son, por ejemplo, Los Tigres del Norte. La versión punk que se marcan de Somos más americanos no tiene desperdicio. “Son nuestras primeras estrellas, me acuerdo cuando era niño, llenaban los estadios en México y EE UU”, comenta Vallín.
Los Tigres encajan en ese fascinante encuentro de todas las músicas, entre las que sobresale como siempre toda la personalidad desacomplejada y dotada del torrencial poderío con irresistible capacidad de arrastre llamado Maná. “La filosofía nuestra es hacer un disco bueno de la A a la Z, aunque cueste dinero, porque mejor no te digo a cuánto nos salió. Y esa ha sido la cosa”, comenta Olvera a plena luz mañanera en Guadalajara.
El eclecticismo de identidad latina que practican les resulta extraño a la hora de ser definido. Dejan el cóctel de palabras para otros. Paren lo que les nace y no se hacen líos. Son purasangres musicales. Se mueven a impulso, aunque después le metan horas de cabeza y echen a la papelera lo que por consenso descartan. “Muchas veces la gente se rompe la maceta queriendo inventar la rueda, nosotros no estamos aquí para eso, nos tenemos que divertir”, afirma Álex González. “Somos cuatro personalidades que escuchamos mucha música, en algunas cosas nos ponemos de acuerdo y en otras no, es normal, a veces de esa tensión salen cosas buenas”.
Por eso, en esta ocasión, han metido en el estudio a un productor creativo que les ha refrescado y les ha quitado alguna barrera mental ya viciada de encima. George Noriega se llama. Un soplo de aire en corriente electrificada para la banda. “Haber trabajado con alguien que está afuera y que en poco tiempo entendió qué es Maná ha sido la madre”, comentan González y Vallín. “La gente tiene una imagen especial nuestra en vivo. Nos ha dirigido sin forzar. Uno se va haciendo de mañas y es bueno que alguien de fuera te diga que intentes algo que a lo mejor no habías probado. Tampoco quieres que nadie te pegue en el ego. George Noriega nos ponía a oír cosas. Parecíamos yonquis. Lo hemos disfrutado”.
Para Fher Olvera, la intromisión de ese quinto elemento dentro del corazón del grupo en estudio ha sido también fundamental. “Era hora de intentar algo, hay momentos en que uno no puede con todo y sigue los mismos caminos, las mismas vereditas. Este cuate nos imponía reto tras reto. Necesitábamos también una voz que nos pusiera de acuerdo”.
No ven el momento de salir a bailar en España a plena luz eclipsada de noche veraniega a lo largo de su gira. “Este disco es un trabajo concebido básicamente para estar bailándolo al lado de una fogata, como un ritual de danza, movimiento, queríamos volver a la luz, al ritmo, nos gusta mucho. Hemos intentado que el disco sea sexy”. Un respiro sensual, contagioso y juguetón para seguir el camino de esta grandiosa banda que ha marcado época, pero no se rinde. La prueba fehaciente de que la influencia más codiciada en la esfera de la música latina, el poder al que todos cortejan, se llama Maná.
Los Tigres encajan en ese fascinante encuentro de todas las músicas, entre las que sobresale como siempre toda la personalidad desacomplejada y dotada del torrencial poderío con irresistible capacidad de arrastre llamado Maná. “La filosofía nuestra es hacer un disco bueno de la A a la Z, aunque cueste dinero, porque mejor no te digo a cuánto nos salió. Y esa ha sido la cosa”, comenta Olvera a plena luz mañanera en Guadalajara.
El eclecticismo de identidad latina que practican les resulta extraño a la hora de ser definido. Dejan el cóctel de palabras para otros. Paren lo que les nace y no se hacen líos. Son purasangres musicales. Se mueven a impulso, aunque después le metan horas de cabeza y echen a la papelera lo que por consenso descartan. “Muchas veces la gente se rompe la maceta queriendo inventar la rueda, nosotros no estamos aquí para eso, nos tenemos que divertir”, afirma Álex González. “Somos cuatro personalidades que escuchamos mucha música, en algunas cosas nos ponemos de acuerdo y en otras no, es normal, a veces de esa tensión salen cosas buenas”.
Por eso, en esta ocasión, han metido en el estudio a un productor creativo que les ha refrescado y les ha quitado alguna barrera mental ya viciada de encima. George Noriega se llama. Un soplo de aire en corriente electrificada para la banda. “Haber trabajado con alguien que está afuera y que en poco tiempo entendió qué es Maná ha sido la madre”, comentan González y Vallín. “La gente tiene una imagen especial nuestra en vivo. Nos ha dirigido sin forzar. Uno se va haciendo de mañas y es bueno que alguien de fuera te diga que intentes algo que a lo mejor no habías probado. Tampoco quieres que nadie te pegue en el ego. George Noriega nos ponía a oír cosas. Parecíamos yonquis. Lo hemos disfrutado”.
Para Fher Olvera, la intromisión de ese quinto elemento dentro del corazón del grupo en estudio ha sido también fundamental. “Era hora de intentar algo, hay momentos en que uno no puede con todo y sigue los mismos caminos, las mismas vereditas. Este cuate nos imponía reto tras reto. Necesitábamos también una voz que nos pusiera de acuerdo”.
No ven el momento de salir a bailar en España a plena luz eclipsada de noche veraniega a lo largo de su gira. “Este disco es un trabajo concebido básicamente para estar bailándolo al lado de una fogata, como un ritual de danza, movimiento, queríamos volver a la luz, al ritmo, nos gusta mucho. Hemos intentado que el disco sea sexy”. Un respiro sensual, contagioso y juguetón para seguir el camino de esta grandiosa banda que ha marcado época, pero no se rinde. La prueba fehaciente de que la influencia más codiciada en la esfera de la música latina, el poder al que todos cortejan, se llama Maná.
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