Astrid Asher es, ante todo, una cantautora excepcional, luego vendrían a comentarse otros añadidos secundarios que, es innegable, le habrán ayudado en su carrera: es una mujer bellísima, conoce a la perfección el repertorio que integra su primer trabajo y, sobre todo, es una romántica empedernida con un toque de ingenuidad en sus palabras que hace que querer conocerla se torne una experiencia tan gratificante como necesaria.
En la distancias cortas es una artista accesible, muy segura de lo que hace y del camino que debe seguir hasta ver cumplido su sueño. Y son esos sueños los que un día hicieron que se instalara en México, un país poderoso musicalmente hablando, un país sin piedad en el sentido humano —o inhumano— del término, un país en el que los más grandes baladistas del mundo han dejado su porción de alma en la inmortalidad colectiva de la música. Por eso Astrid tenía que estar ahi, cantando a Juan Gabriel, a Marco Antonio Solís, pero también cantándose a sí misma, evidenciando que no sólo es una magnífica intérprete, también destaca como una compositora arriesgada, tendente a la fusión y tejedora de hermosos puentes en esas 7 notas en las que caben más de un mundo.
Cuando la conocimos, aún no había explotado el rosario de nominaciones a los Grammy Latinos que ya le han puesto nombre y apellidos a su trabajo. Y sentíamos cómo nos curioseaba con la mirada, tuvimos el honor de ser el primer medio que la entrevistó en España y queríamos que, de esa impresión, de esa experiencia saliera una bella sorpresa.
Esta entrevista relata esa experiencia, esa sorpresa, al tiempo que nos revela la personalidad luminosa de una artista llamada a llegar mucho más lejos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario