CÉSAR LUQUERO.
Lori Meyers canaliza toda esa energía en 13 canciones de muy distinta naturaleza en las que se combina lo íntimo y lo expansivo. Patrones rítmicos maquinales, vaporosos tapices de teclado, 77 BPM, secuencias de acordes en canal limpio, erupciones de flanger, arpegios de cristal, pespuntes de piano, Mellotrones, 154 BPM, coros y danzas… Ambición, algunas certezas y muchas ganas de avanzar suscribiendo un método distinto al habitual –no exento de dificultades y, a menudo, vertiginoso– que se rebela contra el descorazonador estado de las cosas, anteponiendo la pasión artística y apostando fuerte por la emancipación formal.
Estamos ante un álbum de contraste entre lo progresivo y el arrebato pop de estrofa, estribillo y p’alante. Esa falta de prejuicios, ese interés por la textura, confirma que Lori Meyers son capaces de sacudirse la presión generada por las expectativas y de saltarse el guión llegado el momento. “Evolución”, primer adelanto del disco, es buen ejemplo de ello aunque no el único. Todo apunta en una determinada dirección hasta que, sin previo aviso, se realiza el inesperado cambio de sentido. Y en el extremo opuesto encontramos “Siempre brilla el Sol”, que será el primer single. Una canción rotunda y vital, de melodía apabullante, que compendia en su letra el estado de ánimo en que fue concebido el disco.
“En la espiral” tiene su prólogo y su epílogo –las dos partes de “Vértigo”, con participación del maestro Antonio Arias– y contiene canciones que entroncan con la mejor tradición melódica de nuestro pop setentero –como “1981”–, medios tiempos de cariz acústico con visos de clásico instantáneo –es el caso de “Océanos”– y partituras con madera de hit llamadas a engrosar el catálogo de estándares de la banda, como “Pierdo el control”, “Un nuevo horizonte”, “Eternidad” o “No estoy solo”. En los textos también queda reflejado el carácter dual de la obra. Hay desencanto, recelos e introspección, pero también empatía, moderadas esperanzas y un sereno estoicismo. Es un trabajo tan aventurado que se permite triunfantes correrías por la senda del funk en “Organizaciones peligrosas” o disloca sin contemplaciones la norma de estilo disco en “Zona de confort”. Es un disco exigente e intrépido que neutraliza cualquier duda –razonable o no– sobre la valía del trío andaluz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario