EL PAÍS.
El ministro de Comunicaciones y Multimedia, Salleh Said Keruak, se encargaba de difundir la noticia en la radiotelevisión malasia, RTM. “Despacito no será transmitida por ninguna de las cadenas estatales porque hemos recibido quejas públicas. Sus letras no son aptas para ser escuchadas”, indicaba. Salleh urgía también a las cadenas privadas a censurar el tema, declarado el miércoles el más reproducido en streaming de la historia tras ser escuchado 4.600 millones de veces, como muestra de respeto y sensibilidad hacia la cultura local.
Aunque el ministro no se refería a ello directamente, la decisión del Gobierno malasio se ha producido casi inmediatamente después de una petición del ala femenina del partido opositor islámico Angkatan Wanita Amanah Nasional (Awan). “Urjo a las autoridades a prohibir ésta y otras canciones que contienen letras sexis y violentas que no van en consonancia con el islam y nuestra cultura”, afirmaba su portavoz, Atriza Umar, al diario malasio The Star.
Dicho y hecho. Salleh anunciaba que la prohibición entraba en vigor ipso facto. La canción de Luis Fonsi y el rapero Daddy Yankee, posteriormente versionada en colaboración con Justin Bieber—convirtiéndose en número 1 en Estados Unidos—, no es la primera víctima del cada vez más suspicaz aparato censor malasio. El pasado marzo el estreno de La Bella y la Bestia tuvo que ser aplazado para que el largometraje protagonizado por Emma Watson y Dan Stevens pasase una revisión interna por “una secuencia relacionada con un momento gay”, que fue eliminado después por la Comisión de Censura del país.
Prohibiciones así van en línea, además, con las alertas sobre la aparente islamización del país que llevan tiempo adelantando expertos y activistas. Malasia, con un 60% de población musulmana, es, como el resto del sudeste asiático, un país de inclinación moderada en el que el partido gobernante, UMNO, es oficialmente no islámico. Pero el presidente malasio, Najib Razak, ha dado un giro en los últimos meses al acercarse sin disimulo a facciones más radicales, llegándose a definir como “defensor del islam”. Una estrategia, según los analistas, para conseguir el apoyo de islamistas ante las elecciones que tienen que celebrarse como tarde el próximo año. Unos comicios a los que Razak se dirige altamente desprestigiado por su papel central en el escándalo de corrupción del fondo estatal 1MDB.
Víctima o no de los intereses políticos de la clase gobernante, Despacito desaparecerá de las ondas –estatales— radiofónicas y televisivas del país asiático. Y el deseo manifestado por Luis Fonsi de “unir a la gente y las culturas” a través de su gran éxito tras conocer el récord en streaming no será posible. Al menos en Malasia.
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