18 de diciembre de 2017

Juanes hace de la humildad una virtud en su concierto de Madrid

FERNANDO J. LUMBRERAS.

Si algo sabe hacer el colombiano es virtud de la sencillez, así, con esta sencilla premisa, Juanes se presentó en Madrid con un show espectacular, potente y resolutivo en el que no faltó ni uno de sus éxitos. Corearle sus laureadas canciones fue el mejor ejercicio de la fría noche madrileña a cuyo resguardo llegó, cantó y venció.

La música de Juanes bebe de muchas influencias; del rock en su más pura esencia, con gente como Cerati o los Rolling Stones como principales baluartes pero se asoma con maestría a las influencias patrias de ritmos menos comerciales, que transforma con una audacia increíble, encontrando en su justa medida la rima y la metáfora con la que siempre conecta con su público.

Hoy, los casi seis mil espectadores del Wizink Center no vinieron a encontrarse con el veintitantas veces (y las que llegarán) ganador del Latín Grammy, hoy venían a ver a un músico sencillo, a un tipo al que hace mucho dejaron de importarle los premios porque lo que realmente da sentido a su vida es hacer canciones. Su personalidad ya había vencido antes de arrancar el show.

Y arrancó con un multimedia llamativo, con un montaje marciano en el que el ex componente de Ekhymosis, a los mandos de una nave espacial, viajaba rumbo a La Tierra. Todo se fundió en un único crisol: la experiencia espacial, el montaje brutal y los compases de A Dios le pido. Desde ahí, todo fue cuesta arriba con un momento especialmente mágico: cuando junto a ese chorro de voz hermoso llamado Rosalía se marcó el mítico Volver que escribiese un Gardel que vino a morir, precisamente, en la ciudad en la que nació Juan Esteban.

Y pasaron por allá Manuel Carrasco, Pablo López o Bebé, cada uno coreadisimo, pero las referencias a ese rock clásico de Cerati o el Querida que compartiera en otro tiempo con Juan Gabriel fueron magníficas, bien ejecutadas por una banda eminentemente colombiana, que agradó con su directo contundente y animoso.

Eché de menos un par de pantallas a los lados del gran escenario, una oportunidad inmejorable de lucir unas luces en 3D, de acercarnos más a un artista que quiso ser cercano, que en las distancias cortas es tímido pero que con una guitarra en los brazos sabe sacar petróleo.

Madrid se quedó el que, a mi juicio, ha sido el mejor concierto en la capital de la segunda mitad de este año. Así se vio y así se vivió.

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