1 de diciembre de 2017

Miranda! llevan su electrónica argentina de Madrid al cielo



FERNANDO J. LUMBRERAS.

Era la primera vez que se presentaban solos ante un público que hacía días había colgado el cartel de 'No hay billetes'. La vez anterior había sido para telonear a Fangoria, de quien guardan un gratísimo recuerdo. En su puesta de largo, dorada como búrbujas de champán, no decepcionaron a nadie y sus electrónica pop encontró lugar en la capital española muy cerquita de la gloria.

Los argentinos venían de ser nominados al Latin Grammy con su último álbum, Fuerte, un disco por demás que descubre a Miranda! en un absoluto estado de gracia creativa, una de esas producciones que hacen que te plantees cómo esos ritmos cercanos al glam y a una estética muy wharholiana no están sonando con mayor presencia en las radios más importantes de este país. Anoche estaban desatados, se sabían vencedores y a cada canción acariciaban con más evidencia ese estado triunfal.

Tuve la ocasión de conversar con ellos en estos días, me contaban lo entusiasmados que estaban con traer a Madrid sus canciones, todas, no sólo las del último disco. Sabían perfectamente que aquí se iban a dar un baño de multitudes pero hasta que no sonó la última canción y se encontraron con el público exhausto, aplaudiendo a rabiar, pidiendo las pocas que quedaron por cantar, no tuvieron plena certeza de lo que habían conseguido. Las metas se habían completado, al camino de éxito que muchas veces recorrió el rock argentino en nuestro país se sumaba también el del pop electrónico, romántico y sencillo de Miranda!, el de las melodías pegajosas que tienes sonando en la cabeza por un buen rato, el del estribillo que esperas que suene ya cuando los acordes se preparan para ese regusto de la música bien hecha.

Alejandro y Juliana no vinieron solo a cantarle a los argentinos de aquí. No traían su maleta de éxitos para recordar con nostalgia lo lejos que queda Argentina o lo lejos de muchos acá la sienten. La pareja artística cantó para quien quisiera compartir ese instante, sin importar naciones o nacionalidades, dejándose querer.

Al final, con el regusto del trabajo bien hecho, sólo me queda avisar a las ciudades que vienen después: va para allá un grupo absolutamente imprescindible.


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