Con dos horas y media bastaron. A eso de las ocho y diez comenzó a cantar Franco de Vita y fue desde esa hora que se fue metiendo al público en el bolsillo hasta terminar con una auténtica explosión de satisfacción y con un ejemplo de entrega del que este servidor formó parte completamente rendido a esas canciones que conforman ya parte de la Historia de la música latina.
Franco de Vita es de esos cantantes que podrían denominarse transgeneracionales, lo mismo gusta a los jóvenes de hoy que continúa emocionando a los que ya peinan canas. Y es que es el claro ejemplo que cantar al amor desde la franqueza no conoce de calendarios, es sólo cuestión de encontrar la receta justa y él la encontró hace mucho tiempo.
Poco a poco fueron llegando los éxitos de toda la vida, aquellos que el público al completo coreó como auténticos himnos; Sólo importas tú, Luis,,, Y aparecieron las canciones más actuales, entre dueto y dueto, con colaboraciones presenciales y otras que nos vinieron brindadas al amparo de la tecnología, como la de Gloria Trevi o Carlos Rivera.
La puesta en escena de Franco de Vita sorprende por el aparente barroquismo: hay muchos músicos en tarima, pero a medida que van desfilando las canciones, se hace la magia que lo compone todo y la armonía se impone. Todo suena como tiene que sonar y el venezolano, con el mono de trabajo puesto, construye un recital de esos que uno recuerda con una sonrisa, de esos que cuando han terminado, consiguen que se salga del recinto cantando esa canción que te llegó especialmente al corazón.
Las colaboraciones presenciales estuvieron, en general muy bien. Aunque sí eché de menos en los españoles esa chispita de sabor que tienen los artistas latinoamericanos. La prueba la tengo en Gusi, fue salir y comenzar a revolucionar al respetable con su canción Eres y unos arreglos en el dueto que se marcó con Franco absolutamente soberbio, con toda la orquestación en estado de gracia y ese deje vallenato presente en los compases más bailables.
Franco de Vita saldó esta noche con España una deuda artística contraída con un país en que el se le admira y se le respeta mucho. Fue un placer escucharle y convertirme en testigo de esa noche mágica en el que Venezuela nos regaló dos horas y media de uno de sus hijos más queridos. Ojalá haya más, porque el BarclayCard Arena estaba lleno hasta la bandera.
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