28 de enero de 2016

Ya hemos escuchado íntegro lo nuevo de Mónica Naranjo



Por FERNANDO J. LUMBRERAS.

Han pasado siete años desde que Mónica Naranjo nos trajese su último disco de canciones inéditas. Mientras tanto, entre recopilatorios y demás hamagos, los simpatizantes de la artista española comenzaban a hablar de rumores sobre algo que iba mucho más allá de la música, un proyecto global para lo que tal vez el mercado no estaba preparado pero trascendía de lo comercial. Era el gran proyecto musical que iba a consagrar a la artista.

Y ahora que hemos podido escuchar el disco en toda su plenitud nos encontramos con un material musicalmente amplísimo, un disco homogéneo y muy visual. Lubna y sus compasen tienen, de inicio una estética armónica oscura, que recuerda a las composiciones de Danny Elfman para las bandas sonoras de Tim Burton. Y supone un lucimiento absoluto de la voz de Mónica, que se ha enfrentado con valentía a un proyecto que, desde el inicio, hace intuir al oyente que Lubna es mucho más que música.

Son 17 cortes (10 de ellos vocales y el resto instrumentales) en el que hay una historia que tal vez con la música sólo somos capaces de soslayar. Mónica ha construido un universo entre grotesco y gótico en el que sus personajes viven aman y mueren, en el que las historias se entrecruzan y se vislumbran trágicas, impactantes y visualmente sobrecogedoras.

Claro está que un proyecto de estas características requiere de una puesta en escena que va más allá del mero concierto de una artista que ha vendido millones de discos en todo el mundo. De hecho, me atrevería a decir que con este Lubna, si Mónica quiere presentarse en concierto ante sus fans, tiene que haber dos conciertos: uno con el repertorio más pop que la hizo famosa en España y otro con más recursos técnicos, artísticos y musicales para todo este último trabajo.

Ahora bien, ¿está el mercado preparado para una experiencia musical de estas características? Y es que es inevitable entrar en esta cuestión por cuanto que ésta no es una producción ni sencilla ni al uso. Con el mercado demasiado saturado de discos en directo que no han sido, precisamente, de lo mejorcito que hemos tenido el año pasado, que nos llegue uno tan profundo y tan contundente nos aporta un punto de originalidad que, sin embargo, tiene un público muy concreto: los fans de Mónica Naranjo, y tal vez no agrade a todos ellos. Y es que no nos encontramos ante un disco para bailar ni con ritmos discotequeros. Lubna es una historia visual, sinfónica y musicalmente apabullante con un millón de recursos casi operísticos muy hábilmente dosificados.

La voz de Mónica llega llena de increíbles matices sobre los que mucho se hablará en las próximas semanas. Lubna es un trabajo que no puede dejar indiferente a nadie, que no indaga en los términos medios de las cosas, es casi una experiencia musical que nos es entregada por capítulos y la parcela musical es sólo el principio, pues no cabe duda que tendrá añadidos que enriquezcan un proyecto oscuro sí, pero musicalmente original en los tiempos que corren.

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