30 de julio de 2016

Las luces y las sombras del concierto de Eva Ayllón en Madrid



por FERNANDO J. LUMBRERAS

Una vez más, hay quien se empeña en pensar que la prensa sólo va a conciertos para divertirse, que no estamos haciendo nuestro trabajo o que el que hacemos no tiene demasiada importancia si somos pocos los medios congregados a un evento porque no se hizo la promoción como es debido. Eso lo viví ayer, en el Palacio de Vistalegre, en los prolegómenos del concierto de Eva Ayllón. Y tal vez debiera hablar de que la gran diva de la canción criolla de Perú llegó, cantó, triunfó y se fue, abrigada por un público que, con justa razón, la admira, pero hay formas y formas de organizar las cosas para que un evento de estas características no se desluzca, porque ayer se deslució.

No es de recibo que a este servidor lo citasen a las seis de la tarde para recoger entradas en taquilla y que bajo la suculenta temperatura de más de 40 grados no hubiese una sola taquilla abierta y que el interlocutor con el que pude hablar era un muchacho de servicios generales del pabellón, al que agradezco las gestiones y el interés. Tampoco es de recibo que no hubiese nadie hasta un buen rato después para entregar una acreditación, que todo el personal se había marchado a recibir a Eva al aeropuerto, dejando en el pabellón flecos por resolver, en un claro ejemplo de mediocridad en el trabajo de la que, seguramente, nadie tiene culpa, pero muchos padecimos.

Tampoco es de recibo que una hora después de abiertas las puertas no hubiese entrado todavía el público de general y que las requisas y registros a los que pagaron su entrada VIP pareciese tan exhaustivos como los de un aeropuerto estadounidense. Sólo un acceso para todos, sólo una persona revisando y la gente, acalorada, aguantando estoicamente, con alguna que otra queja absolutamente ignorada.

Y, desde luego, es absolutamente inconcebible que no aparecieran por ninguna parte las acreditaciones de prensa de varios compañeros. Pues claro, cómo van a aparecer con semejante desbarajuste. Allí se colaba público general con público que pagó su entrada VIP y los VIP se quejaban con toda razón. Y en mitad de ese caos, el equipo organizador decía estar absolutamente desbordado. Pues claro que estaban desbordados, si no habían hecho bien su trabajo.

Es la segunda vez que voy a un concierto de un artista peruano en Vistalegre y, una vez más la organización dejando muchísimo que desear. Y de nuevo volví a encontrarme con algunas caras de las de entonces. Tal vez prefirieron olvidarme porque en la anterior cita con justa razón no escribí nada bueno de la organización. Pero es que esta vez tampoco. Entonces se me dijo que se aprendía para la próxima, pero no se aprendió nada en absoluto.

Es hora de que esta clase de organizadores conozca que la prensa es tan importante como el público o el artista. Que a las tres partes de este triángulo ha de tratárseles bien, que no estamos pidiendo un trato especial, ni agasajos de ningún tipo, sólo que nos dejen hacer nuestro trabajo con unas condiciones dignas para poder informar a oyentes, televidentes o lectores. Hay quien no lo entiende así incluso trabajando en los medios y prefiere figurar con una credencial de All Access, poner un roll-up de su radio y dar las gracias por haberle dejado pasar. La cosa va más al´´a, pero cuando se sigue confiando en los mismos y los mismos no dan muestra de querer hacer las cosas bien. Tal vez el problema no es del que falla, sino del que lo ha puesto ahí.

El concierto que quiso el Perú de Madrid

Eva Ayllón jugó a ser sastre y salió con el corazón criollo, con un vestido azul y sus canciones bien tejidas. Aquel reencuentro con su público, dos años después de su última visita a Madrid sabía a muchas cosas menos a aburrimiento. Y ella era consciente. Siempre con una sonrisa, siempre sabiéndose diva y señora del escenario, no hubo momento para el sopor. Su música es así, tiene esa alegría sutil, esa metáfora bien templada y un romanticismo elegante y delicioso.

Sabía que no había prisa pero se apresuró en tocar el corazón de los miles de paisanos que se agolpaban en un recinto pequeño y caluroso, con calor de público y calor atmosférico, que a veces se entremezclaban con la música y fabricaban una mezcla consistente y abigarrada, racial. Música de cuerdas y cajón, repertorio completo, exquisitamente elegido con vistas a un triunfo que se presagiaba, aunque fuesen mejorables otros aspectos.

El de ayer fue el concierto que el pedacito de Perú que hay en Madrid —bullicioso, sonriente, animado y locuaz— quiso. Por allá desfilaron los temas más emblemáticos del repertorio de esta limeña casi universal, los que la valieron cuatro nominaciones al Latin Grammy, los de Chabuca Granda que ella hizo un poco (o bastante) suyos, los propios... y entre propios y ajenos, su música acababa en merecidos aplausos y un agradecimiento sincero.

Eva Ayllón —comenzaba este epígrafe—, jugó a ser sastre y anoche en Madrid, no dejó, al menos musicalmente hablando, puntada sin hilo.

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