9 de febrero de 2017

Érika Leiva nos seduce con los compases de Manuel Alejandro


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FERNANDO J. LUMBRERAS.

Hace muy pocos días, pasaba por mis manos una de esas delicias musicales con las que uno se reenamora de los clásicos y se deja seducir por la fuerza arrolladora de una voz llena de magia, Tenía la oportunidad, con este Amar y Querer de Érika Leiva (Fods Records), de citarme nuevamente con un letrista al que admiro profundamente como es Manuel Alejandro, así que la mezcolanza de estos tres ingredientes hizo que me lanzara a escribir con merecido apasionamiento. Qué disco tan bello y tan exquisitamente trazado.

Érika Leiva no esconde su juventud, de hecho casi podría decirse que la exhibe con el mismo desparpajo que su portentosa voz. Canción tras canción, clásico tras clásico, conforme nos vamos sumergiendo en su propuesta musical, nos vamos dando cuenta de que no es un mero compilado de canciones, de hecho su voz ni siquiera busca emular a las grandes voces que otrora vistieron estos temas. Ella nos deja su propio sabor, su propio sentimiento, las emociones que en ella dejaron.

El disco se construye con dos colores y me da la ligera impresión que cada uno de ellos representa a la perfección el nombre que lo bautiza. Por un lado el querer, en color blanco, ingenuo e inocente las más veces, amplio e infinito en sus muchas vertientes. Curiosamente el blanco está en el exterior, como si fuese más "superficial", pero cuando abrimos el disco y nos encontramos el rojo nos damos de bruces con la pasión, con el amar, dosificado para no agobiar, rotundo.

Por dentro, el disco suena a las canciones que echaba de menos, arregladas con preciosismo, en una producción muy estudiada que, pese a ello, no pierde frescura. Un disco para celebrar el romanticismo o asomarnos a una de las artistas que consiguen sorprender por la fuerza que transmiten lo casi visual de su interpretación.

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