18 de octubre de 2017

Hiromi y Edmar Castañeda llenan de jazz el Teatro Nuevo Apolo de Madrid


La imagen puede contener: una o varias personas y personas en el escenario

FERNANDO J. LUMBRERAS.

Qué buen consejo me dio mi buena amiga Azucena Gómez. Me dijo: "nada mejor que una dosis de buen jazz para darle la bienvenida al otoño en Madrid". Y así fue.  Anoche lo vimos —y lo vivimos— a las mil maravillas en el Teatro Nuevo Apolo con la presencia de la japonesa Hiromi Uehara (1979) y el colombiano Edmar Castañeda (1978). Quién iba a decir que culturas tan diametralmente opuestas como la japonesa y la latina podrían combinar de modo tan magistral para ofrecer un sonido en el que se encuentra lo brioso, lo místico, algo de cómico y lo virtuoso.

Nada parecía presagiar que el precalentamiento, una melodía desatada en la que las notas del harpa y del piano se fundían en un crisol tan versátil como maravilloso, iba a ser, en sí mismo, la carta de presentación de un show magistral y desatado. Apareció por ahí, como un invitado que siempre es bienvenido, alguna inspiración de John Williams (no debemos olvidar que el afamado compositor de bandas sonoras se inició siendo un muchacho en el jazz), pero fue con esa suite de cuatro movimientos inspirada en los elementos de la antigüedad donde todo se desbordó. El aire fue cadencioso, melódico en ocasiones, siempre libre y anárquico. La tierra, firme y señorial, base de todas las cosas. El agua, frágil, melódica, ligera y el fuego animado, cálido. Las notas serpenteaban como llamaradas en el silencio absoluto del teatro.

Cada uno tuvo su momento especial, su solo concebido para mucho más que el lucimiento. El de Edmar fue mítico y religioso, casi de recogimiento. El de Hiromi, cómico, televisivo y activadísimo, con un homenaje a esos cortos animados de Tom y Jerry que deletasen mi infancia en más de una ocasión.

Así se vivió un concierto de jazz que nos adentra en una parcela en la que la música latina ha llegado a cotas muy altas en muchas ocasiones y con solemne brillantez. Anoche, sin más añadidos que un buen montón de cuerdas y una inspiración fuera de toda duda, Hiromi y Edmar, hicieron un todo magnífico, una velada mágica. Sin duda, un extraordinaria bienvenida para el otoño, enmarcada dentro del Festival Atlantic Sons.

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