4 de noviembre de 2017

Los Toreros muertos, más vivos que nunca en la sala But


Resultado de imagen de los toreros muertos


FERNANDO J. LUMBRERAS.

Ahora que parece que regresamos a los 80, quien sabe si en la búsqueda de esa felicidad inocente que disfrutamos o porque muchas de las propuestas de hoy beben de aquellas genialidades de antaño, era una magnífica idea reencontrarnos con Los Toreros Muertos y volvernos a encontrar con su rock surreal, canallesco y a ratos irreverente, pero honesto a todas luces.

Así lo vivimos en la madrileña Sala But, anexa a esa Pachá que en otros tiempos servía como escaparate de excepción para esa música ideal para trasnocharse. Pablo Carbonell y sus muchachos salieron arropados, no hacía falta exhibir luces espectaculares ni mostrar los entresijos del rock como aquella maldición de los cuerpos locos que pregonaban las abuelas hace mucho tiempo. El rock de Toreros Muertos se explica por sí mismo, con su iconografía detallada en el sexo, en la risa y en el divertimento. El resto es cuestión de sazón y de eso estos chicos también entienden mucho.

Quién iba a ser capaz de ponerse un casco de motorista más próximo a una bola de discoteca que a un utensilio para salvar vidas sino es Pablo Carbonell. Dicho y hecho. Si fueron capaces de dedicarle tiempo atrás una canción al hecho en sí mismo de orinar y aquella meadita kilomátrica también arrasó en su día por las listas de ventas sin el mayor reparo.

Reencontrarse con la música de los 80 es siempre recordar lo honesto que tiene la música española en esta etapa brillante y dorada, llena de figuras vivas y vencidas cuyo aporte musical es, sencillamente irrepetible. Llámeseles como uno quiera, pero Los Toreros Muertos estuvieron vivos, muy vivos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario