Regresó Pablo Milanés a la plaza de Tirso de Molina, en el corazón de Madrid, donde hace años tuvo piso en el mismo edificio que su amigo Joaquín Sabina, pero su vuelta esta vez fue para traer al barrio viejos y sabrosos ritmos cubanos como el changüí, el guaguancó, la conga o el son, además de su repertorio de toda la vida, así que era difícil no caer en la gozadera. La gente en España quiere a Pablo y lo admira; eso se nota y se hizo evidente la noche del lunes en el teatro Nuevo Apolo, donde el trovador presentó Renacimiento, su último disco, ante 1.200 personas entregadas desde el minuto cero. “Propongo disfrutar esta jornada/ inquietando tu gusto en dos sentidos/ una palma que bate en tus oídos/ y un cocodrilo verde en tu mirada”, fueron los primeros versos de su primera canción —Proposiciones— y a partir de esa invitación de Milanés todo fluyó como el agua de un río invisible de música y poesía.
Fueron dos horas y tres minutos de concierto. Más de 20 temas redondos, muchos verdaderos emblemas, como El breve espacio en que no estás o Comienzo y final de una verde mañana, que la gente paladeó y acompañó a veces en susurros, a veces a coro, con una sola voz. Muchos ya conocían algunas canciones de Renacimiento, incluida la singular conga Dulces recuerdos, que cuenta lo que sintió el trovador el día de 1977 en que se legalizó el Partido Comunista de España, momento en que estaba en Madrid. “Guantánamo tiene un son/ que no se parece a nada”, empieza su homenaje al Changüí, el primitivo ritmo de esa tierra del oriente cubano —se toca sin claves y con el tres de protagonista, a diferencia del son— con el que Milanés rinde tributo a legendarios changüiseros como Chito Latamblé, igual que lo hizo en su momento Santiago Auserón con Semilla del Son (1991).Había entre el público de todo: mayores, jóvenes y medianos, cubanos y españoles, negros y blancos y todos se sabían las letras al dedillo. Por estar, hasta estaba en platea Amaya Uranga, que en la época de Mocedades grabó junto a Pablo Para Vivir, una de sus más hermosas canciones.
La Habana también se hizo presente en dos momentos de lujo. Cuando Pablo cantó su guaguancó Canto a La Habana, que en una de sus estrofas dice “La Habana siempre es mi guía/ Limpia y bonita como fue ayer/ mustia y marchita como está hoy...”. Y en una canción que aborda el mismo tema y forma parte de un disco a punto de salir, con letras de Pablo y música de Miguel Núñez, el director musical y arreglista de su grupo, que ayer se lució en el Nuevo Apolo.
Terminado el bloque de Renacimiento— bautizado así por ser la base fundamental del casi todos los temas del disco la música renacentista y barroca, y también por ser un renacer en su obra después de varios años sin publicar un disco—, Milanés atacó el corazón de su repertorio más conocido.
Para vivir, Nostalgia, Años, Plegarias, Los días de gloria, una a una fueron subiendo a escena sus poesías más celebradas, para satisfacción de un público que a esas alturas más que cómplice, volaba. Es increíble, pero la voz de Pablo Milanés suena mejor que nunca. Después de numerosos problemas de salud, el músico literalmente ha renacido tras el transplante de riñón que le donó su esposa Nancy, a quien mucho antes de la operación dedicó El largo camino de Santiago —Nancy es gallega militante—, que el lunes cantó en Madrid. Muestra de su nueva salud —solo tomó café y agua durante el concierto— son sus proyectos de nuevos discos y la gira que prepara ya para el verano en España, después de esta de Renacimiento.
El final en Tirso de Molina fue tremendo: Yolanda, cantado a coro con el público, Amo esta isla y un bis de lujo, Yo no te pido, aquella de “Yo no te pido que me bajes una estrella azul”. Pero para ese entonces ya la había bajado.
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