6 de septiembre de 2015
Maná, el virus que arrasa en Madrid dos noches seguidas
Por FERNANDO J. LUMBRERAS.
Maná es un fenómeno viral, el mismo Fher lo contó sobre el armazón de una cama ya caliente por decenas de miles de almas que no dejaron de corear sus canciones por espacio de dos horas en el Barclaycard Arena de Madrid, el que toda la vida ha sido el Palacio de los Deportes.
Era el segundo día que se presentaban en la capital de España y el lleno absoluto hacía presagiar que sería una noche mágica. Los mexicanos no decepcionaron.
Pese a comenzar media hora tarde —ya se sabe que lo bueno siempre se debe hacer esperar— al respetable se le olvidó pronto cuando el gigantesco telón cayó y llegó el cara a cara con los músicos, la magia del rock, las guitarras frenéticas o la batería histérica y desatada. Y es que así es Maná, así ha sido toda su vida, unos mexicanos bien gustosos de pasarlo bien, comprometidos con muchas cosas, pero también con quedar bien siempre sobre un escenario. Es evidente que todos sabíamos lo que íbamos a ver, pero no por ello se le deja un espacio a la utopía que dan los conciertos grandes. Y este lo era.
La puesta en escena era realmente espectacular: lenguas de fuego, chispas como lluvia de luz, una cama suspendida varios metros por encima del suelo... con unos elementos así, la aparición de los músicos no podía ser meramente testimonial. Y así fueron pasando las canciones, así llegó el corazón espinado sin Santana pero con un Sergio Vallín absolutamente virtuoso en los solos de guitarra, con una fuerza escénica capaz de eclipsar al mismísimo Santana. Así llegó el tiempo de acordarnos de Shakira o de repasar canciones de otros que Maná hizo suyas, como El Rey o Si no te hubieras ido. Entre tragos de tequila y la invitación a lo sugerente llegaron las canciones viejas con un toquecito acústico casi a modo de serenata. El público ya estaba absolutamente convencido.
Muy buen sonido, muy buena interacción con el público, si bien comienza a resultar algo cansino en los artistas latinos que imiten el acento español acompañándole de palabras que no son propias de tratar a semejantes. En España puede que no se hable el mejor castellano del mundo, pero no vamos hablando a tacos a toda hora.
Se perdona el desliz porque con la música se pasaron pero para bien. Me quedo con el solo de batería de Álex y la emotiva proclama libertaria de Fher acordándose de Venezuela y de la madre de los dictadores y malos gobernantes que ostentan el poder en varios países de América Latina. Acá tampoco nos libramos, se encargó de recordar el líder de la banda.
En realidad, Maná llegaba a Madrid sin necesidad de demostrar nada, pero es que en España en general se les quiere, y fruto de esa querencia es que nacen noches como ésta, con un auditorio entregado y la irónica lamentación de Fher de no poder salir a la calle en Madrid sin que le reconozcan a menos que se coloque sombrero y gafas y se recoja el cabello. Supongo que ese debe ser el precio de formar parte de un fenómeno viral, o ser la esencia del mejor rock que se hace en América. O tal vez ambas cosas.
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