26 de junio de 2017

Daddy Yankee despoja de tabúes el reggaeton en Madrid


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FERNANDO J. LUMBRERAS.

El género se escribió, en gran medida, con sus propias letras, con las historias de barrios como el suyo, con las desventuras de una generación marcada por la marginación y la violencia. Él reconoce, cuando le miras a los ojos y te hace cómplice de su cercanía, que ha visto a muchos amigos sucumbir a ese mundo. Adivinas a Ramón Luis Ayala como un tipo mentalmente fuerte, como un hombre de recursos, te asomas a los pequeños fragmentos de su vida antes de ser Daddy Yankee —el rompedor de listas de éxitos o la mitad del Despacito que suena por todas partes— y tocas su humildad, percibes su energía, sosegada, antes de saltar a escena, arrebatadora e intensa sobre la tarima.

Ayer le vi feliz sobre un público que le ha descubierto tal vez en el mejor momento creativo de su vida, cuando encadena éxito tras éxito y el marginal perreo de antaño es ahora un movimiento sin el cual no puede concebirse el reggaeton más comercial. Con ese halo de timidez que muestra al esconder la mirada tras unas gafas de sol, con la frente perlada de sudor pero contenido en el baile, dejándole ese cometido a su ejército de incansables acompañantes, Daddy Yankee sacudió Madrid definitivamente.

Atrás quedaron esos conciertos de ritmos urbanos con ese halo de clandestinos, con la policía rondando las esquinas de las salas para evitar altercados... Ayer algo había cambiado. Sólo hizo falta que el más importante de los artistas urbanos del mundo se paseara por la flor y nata de los medios de comunicación españoles (los latinos ya saben quién manda) y prodigara sonrisas y su encomiable franqueza al llamar a las cosas por su nombre.

Sobre la tarima fue distinto; suelto y gamberro, un trovador asilvestrado, un cronista callejero con una facilidad pasmosa para cantar al amor y a lo convulso de su barrio. Allí le vimos rapeando a toda velocidad, demostrando por qué es el número uno, por qué son muchos los que envidian compartir con él así sea unos pocos compases. Y por si la voz hubiese tenido tentaciones de quedarse corta, una puesta en escena absolutamente envolvente le acompañó durante hora y media sin descanso, volviendo hipnótico el show sin dar opción a tregua alguna.

Madrid y Daddy Yankee ya se conocían, su romance se había iniciado tímido hacía tiempo y ayer los dos se desfogaron ante más de seis mil testigos, con más flow que pudor, con más ritmo que recato y más fuego que otra cosa. La tormenta sobre la villa y corte fue circunstancial. Esta querencia es ya eterna, pese a dictar el calendario, que es tiempo de amores de verano.


1 comentario:

  1. De las mejores críticas que he leído. No podían haber descrito de mejor manera lo ocurrido el 25 de junio en Madrid, un show espectacular! 👌👌👌

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