3 de abril de 2016

Excelente espectáculo. Mal Sonido. Así fue Pal Mundo Madrid


Por FERNANDO J. LUMBRERAS.

Luego de toda una semana de noticias, entrevistas llenas de dardos y los sempiternos rumores de si se celebraría o no, ayer arrancó la caravana de Pal Mundo en la capital de España con un evento correcto en los modos pero bastante menos bueno en lo que se refiere a la parte técnica sonora.

Una vez más vuelvo a decirlo, a ver si en una de estas reiteraciones, el responsable de plantear Vistalegre como lugar para conciertos entra en razón y dejar de cometer esta tropelía, que desluce hasta a los artistas más grandes.

Pero independientemente de que las casi cuatro mil personas vibrasen ayer con un espectáculo al que poco más se le puede echar en cara (muy buena puesta en escena, además), lo cierto es que sería mejor que valorásemos individualmente a los artistas que ayer se subieron al escenario.

Yan Collazo. Un sonido espectacular

Fue como un espejismo. Cuando Yan se subió al escenario aún estaban fríos los ánimos y poco a poco, el ex integrante de Guayacán le fue poniendo ese toquecito salsero que tanto necesitaba el festival. Tal vez el recital estuvo algo sobrio pero aquí sí he de decir que el sonido fue maravilloso, también porque la extraordinaria capacidad vocal del artista hizo mucho. Poco a poco vimos baile, vimos que la gente se divertía que coreaban las canciones de Niche que se iban apareciendo como espectros de otra época invitados de lujo al coliseo de Carabanchel.

Farruko. Rompedor pero no para tanto


En realidad, el punto fuerte de Pal Mundo era ver en escena a los representantes del genero urbano que se iban a dar cita en Vistalegre y el primero fue Farruko. Sin embargo. Yan Collazo había dejado tan alto el tono de sonido y las canciones habían dejado tan buen sabor de boca que, sinceramente, me pareció que con Farruko caía el ritmo. El sonido empeoró muchísimo, con lo que comenzó a suceder lo que más temí: que las condiciones técnicas del recinto no hiciesen justicia a repertorios contundentes y bien planificados. Estaba claro que en Pal Mundo tenían que sonar las canciones más emblemáticas de los cuatro artistas pero debieron sonar mejor.

A duras penas intentó Farruko levantar el tono del show, con una puesta en escena brillante y francamente rompedora, pero no se podía sacar más: pirotecnias y mujeres ligeras de ropa con convulsivos movimientos casi de contorsionistas fueron los adornos perfectos para un show que rescató canciones de gente como Chino & Nacho, como J Balvin... las remezclas en las que ha colaborado con éxito.

Farruko fue una de las apuestas importantes de Pal Mundo Madrid y, a mi juicio, se quedó en una demostración modesta, pero no porque el artista no dé más de sí, que no voy a escribir aquí que está falto de talento, sino porque las condiciones ayer no eran las mejores para lucirse.

Prince Royce. El más interactivo



Mientras los dos anteriores se habían dedicado a bailar en la tarima y a dirigirse al respetable con frases o discursos más o menos largos, la llegada de Prince Royce rompió con todo lo establecido. La ovación fue sonora. Y allí apareció, con esa sonrisa de niño encantador, vestido de negro y cantando lo que mejor sabe. Sus incondicionales llegaron al delirio cuando, éxito tras éxito, la estrella se comportaba como tal.

Una vez más el deficiente sonido fue la única nota negativa de todo aquello, pero también es que no había manera de arreglar ese desaguisado.

No me cabe duda de que el concierto era brillante, que en otro lugar habría sonado un millón de veces mejor. Pero aún así. Ahí estaba Prince Royce, así fue quitándose primero la cazadora y después la camiseta, moviéndose de punta a punta del escenario, saludando a unos y a otros ante la casi frenética psicosis de los responsables de seguridad. Señores: las estrellas son así. Les gusta saber que gustan y les encanta gustarse cuando saben que tienen al público metido en un bolsillo. Y Royce se lo metió desde el primer segundo.

Don Omar. Lo importante fue la puesta en escena


Para la llegada de Don Omar hubimos de esperar hasta más allá de las diez de la noche, pero no decepcionó. Y el público ovacionó como se merece a un artista a mi juicio irregular pero que anoche estuvo sencillamente soberbio en repertorio, puesta en escena y en actuación. Una vez más, la pega fue la infame calidad de sonido.

Omar sabía que venía a juego hecho, que el público de anoche tal vez no iba a ser el más exigente que se había encontrado, pero allí intentó lucirse y lo hizo. Sus canciones rebosaban energía, se hacían sentir próximas, hilarantes y extraordinarias.

Buena entrada la que ayer registró el Palacio Vistalegre pese a todo lo que había venido sucediéndose a lo largo de la semana. Y mereció la pena la espera para ir viendo desfilar a los artistas que ayer fueron apareciendo, jalonados de Djs animadores y actuaciones igualmente brillantes, las de Borja Rubio y de D'Miguel y Rivera. Confío y espero que en próximas ocasiones haya oportunidad de disfrutar de un mejor sonido que nos permita disfrutar de artistas de tanta o más enjudia como la de los ayer, estrellas y no estrellas. Todos brillaron pero pudieron haberlo hecho más. Y no fue culpa suya.

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