15 de junio de 2017

Yordano en Madrid o el ocaso que no quería ser

FERNANDO J. LUMBRERAS/NATH CALL.

No era tiempo de ocaso, no para Yordano (Roma, 1951), uno de los iconos del pop latino que anoche se presentó en Madrid ante un teatro lleno y un público entregadísimo que coreó sus canciones hasta el final mientras convertía episodios del concierto en una necesaria proclama por la recuperación de la normalidad democrática en Venezuela, país al que el artista llegó con tan sólo 12 años, convirtiéndose años después en un referente musical.

Yordano mostró ayer dos caras: la del músico en la recta final —no deseada— de una carrera, lastrada en los últimos tiempos por la enfermedad y, por otro lado, la del artista consagrado que se llenaba de fuerza en las canciones, la del músico fortalecido por sus propia obra, inmortal y casi podríamos decir que bienaventurada.

Lo que vi anoche se asemejaba al declive no deseado de un artista que fue muy grande, un compositor reivindicativo y romántico, con canciones más cercanas al pop latino pero estupendamente arregladas para lucir bien anoche con una sutil pátina de rock. Acertadísimo en el repertorio pero dejó un sabor de boca algo amargo en el dueto con Georgina, cantante y compositora a la que queremos mucho en VIVA y de la que anoche esperábamos algo más.

La actuación en general fue larga y con altibajos francamente visibles, pudimos ver a un Yordano débil, cuyas palabras costaba escuchar pero que recobraba la fuerza al cantar, muy bien acompañado y secundado por tres músicos talentosísimos, que supieron adornar el espíritu de esas canciones que casi podríamos tildar de manifiestos en muchos niveles.

Quién sabe si hemos asistido a uno de los últimos conciertos de Yordano en Europa. Él afirma estar trabajando en nuevo material, cosa que nos alegra. Un grande de la música con un retorno sonado sería lo mejor que podría llegarnos de Venezuela, además de la caída de su ridícula y mortífera dictadura.

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